5.11.13

La arboleda

El jinete vislumbró un tramo donde el sendero cruzaba una pequeña arboleda. Al principio de la misma había un promontorio que sostenía cuatro o cinco pinos gigantescos, todos muertos. Las ramas secas se extendían como los travesaños de un edificio ruinoso, y de cada una pendía la soga de un ahorcado. Serían un total de quince o veinte.

Mientras el caballo, aburrido, arrastraba los cascos hacia la fila de árboles, el viajero se preguntaba qué camino seguir. Cuando estaba cerca resolvió torcer en dirección oeste y dar un rodeo campo a través.

No es que le importara. Sabía que en aquella arboleda no habría nadie. Debieron marcharse hacía tiempo, y no revestía por tanto peligro alguno. Pero, sencillamente, no le apetecía pasar por allí.

A pesar de ello no separó la mirada de los cadáveres hasta que los perdió de vista. Los observó recortados contra el cielo gris de nubes, negros como sellos de tinta, basculando mansamente al albur del frío y débil viento. Emitiendo sólo un crujido que callaba incluso el zumbido de las moscas, y que él olvidaría al cabo de unos metros.

7 comentarios:

  1. Tienes un estilo inconfundible, me gusta. :)

    Gracias por pasarte por mi blog. O, mejor dicho, por mi nuevo blog. ¿Ha sido una coincidencia? ¿Tan pequeño es el ciberespacio?

    Fmdo. La anteriormente conocida como Señorita Rock and Roll.

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    1. Gracias, me alegro que te guste. :)

      Me gustó descubrir tu nuevo blog. Pensaba que lo habías dejado.

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    2. Nueva etapa, nuevo blog.

      Pero no me has dicho si lo encontraste por casualidad, supongo que sí. Me fascinan esas cosas.

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    3. La verdad es que sí fue bastante de potra...

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  2. Con que facilidad miramos hacia otro lado, seguros de que no nos afectan las sogas que penden contínuamente a nuestro alrededor... me ha gustado mucho ese giro de vuelta y media, creo que lo hacemos muy a menudo...
    Gracias por pasarte por mi sitio, ¡un abrazo!

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  3. Mmm... Ligeramente escalofriante...

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Háblame.