15.12.11

La partida

Los hombres salieron de noche, muy de noche, cercana ya la madrugada. Era invierno y hacía un frío insoportable, cortante; pero no importaba. Poco antes habían advertido la ausencia del niño. La ventana que abierta golpeaba furiosamente contra los goznes, empujada por el viento, despertó a sus padres. Parecía haber ocurrido hacía poco.

En poco rato se puso en pie toda la aldea; el bosque alrededor estaba desconcertado por tan inesperada actividad. En mitad de la noche profunda se escuchaban voces, gritos, órdenes y reclamos. Pasos que corrían de aquí para allá. Y los búhos y lechuzas, confusos, volando en círculos denunciaban una inquietud siniestra.

Tomaron como armas lo primero que encontraron: hoces, guadañas y horquillos, martillos y azadas. No faltaban, por supuesto, las antorchas. Se pusieron sus pesados petos de lana prensada y como cascos sirvieron cubos y cacerolas para abandonar el castro todos a una en dirección al monte.

Avanzaron siguiendo el rastro de árboles tronchados y espesos matorrales arrancados, allí hacia donde el sentido común les decía que se encontraba su objetivo. Trepando, entre resbalones y tropiezos, la montaña rocosa y helada como el infierno. Al cabo de un tiempo llegaron a la entrada de la cueva, a una altura tal que no tenían muy claro cómo habían logrado subir.

Temblaban por dentro y por fuera, de frío y de miedo; pero aunque la noche y el destino les acongojasen nada les haría vacilar. El terror moría como un fuego apagado por el viento gélido de la responsabilidad; todos habrían deseado, de haber sido su hijo, que sus vecinos hiciesen lo mismo. Así, con el padre a la cabeza, entraron en la gruta.

Y se internaron, se internaron sin temor. Con paso firme, resueltos, alumbrados por sus pobres antorchas se adentraron en la tierra. Estaban decididos a recuperar a uno de los hijos de su aldea y no titubearían. No habían de lograrlo, por desgracia; porque mucho antes de que advirtieran la ausencia del muchacho, antes de que resolvieran partir a su rescate, el ogro ya lo llevaba en brazos a lo más oscuro de su caverna profunda. A su lugar misterioso en el corazón de la montaña, escondido en las tinieblas.

5 comentarios:

  1. Me gusta. Creo que si lo extendieras hasta la longitud de un cuento, quedaría genial.

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  2. La verdad es que sí pensé en desarrollarlo más, pero no habría cabido entonces en la bitácora.

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  3. Sigo pensando que deberíamos escribir un libro de relatos entre los dos.

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  4. Pues no me parece mala idea, ya sabes, cuando quieras podemos ver cómo lo organizamos.

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  5. Me deja con ganas de saber cómo continúa... Besos!!

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Háblame.