3.5.10

Las casas vacías

Nunca creyó que la química salvaría su vida. Más bien al contrario sabía que le mataría. Pero no tenía otra opción. Tenía que liberar la imagen latente: de lo contrario caería a los infiernos.

Incapaz de soportar su propia frustración, harto de mascullar impotencias en susurro a la agonía de la noche decidió perder el tiempo y desandar sus pasos.

Un larguísimo sendero blanco en medio del desierto, un desierto de negrura. Y cuando digo negrura debemos entender vacío, nada, sólo un espacio negro sin materia.

Había pequeñas casas a lo largo del camino, en medio de aquella inexistencia. Pero las personas que un día las habitaron ya no estaban: ¿dónde? Sus nombres seguían escritos en el buzón, había luz en las ventanas, salía humo de la chimenea, se escuchaba una charla dentro. Incluso alguien le invitaba a entrar: "¡pasa, pasa!", su voz era dulce, un susurro en la medianoche. "¡Pasa! ¡Conversemos! ¡Somos siete personas aquí! Siete en el salón, tomando café".

Pero pasaba, y nadie. El vacío. La soledad. La soledad más absoluta.

Llegaba hasta otra casa, adornada incluso con arbolitos en torno a ella. Una luz en medio de la oscuridad. La voz volvía a escucharse, dulce, amante, sanadora. "¡Pasa! ¡Te queremos! Pasa, cariño, ven, siéntate en torno al fuego, hablemos de dulces historias, compartamos cálidos pensamientos, amémonos y sintámonos...". Una voz en la medianoche. Abría la puerta.

Nada. La misma casa, vacía. Completamente deshabitada. ¿Dónde estaba la gente? ¿Qué había sido de ellos? ¿Por qué desaparecían?

La negrura se los había tragado. En algún lugar de la materia vagaba su sustancia, perdida. ¡Qué infierno, qué hiriente pesadilla! ¿Había aberración más atroz? ¿Algo más terrible que haber sido y ser ahora en algún lugar recóndito entre diez mil millares de millones de estrellas? ¿Atrapado en alguna desconocida gota en medio de un mar inacabable? ¿Una minúscula hoja en algún árbol de una selva sin final?

Las casas vacías... ¿y las personas? ¿Y las voces? ¿Y sus palabras? La palabra, ahora sólo vagas letras perdidas en medio de mil millones de bibliotecas olvidadas. El recuerdo. Una añoranza vana y dolorosa en medio de mil millares de dolores en corazones solitarios.

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